lunes, 31 de marzo de 2008

Erzabtei Sankt Ottilien


I

Dado que todas – ¡todas! – mis convivientes se tomaron esta semana para viajar a distintas partes de Europa, amanecí el 25 de marzo totalmente solo en el departamento. Al igual que los tres días anteriores. La diferencia es que el martes me tomé un tren en dirección a Augsburg, la famosa ciudad de… ehh… donde… bueno, donde alguna vez se firmó la “paz de Augsburgo” con pacificos señores que probablemente vivían por ahí. En todo caso, Augsburgo es famosa, una de las más grandes ciudades de Baviera y mi primera escala del viaje. Dado que tenía toda una hora hasta mi próximo tren, decidí meterme al primer boliche de kebap que pillara para sentarme y almorzar tranquilo. Avancé y avancé por la ciudad, sin encontrar ningún boliche de kebap para sentarme, sino sólo kioskos de kebap, por lo que seguí caminando. Llegué hasta el centro, me dí una vuelta, me dí otra y otra más, hasta que me topé con la Catedral. “Buenas tardes Sra. Catedral de Augsburg” le dije “¿puedo pasar?” y entré, sin esperar respuesta. Lo que no me iba a esperar, era el tren que partía en menos de 20 minutos, y yo sin tener idea de hacia dónde quedaba la estación. Sólo tenía la vaga impresión que lejos de la Catedral. Más encima, todavía no pillaba un boliche de kebap para sentarme. Marché en dirección hacia donde mi desarrollado sentido de la orientación me dictó y, una de dos: o tengo un problema de subdesarrollo, o el sentido me dictó mal, pero la cosa es que al preguntar, averigüé que estaba caminando raudamente en la dirección exactamente equivocada. Más encima, todavía no pillaba un boliche de kebap para sentarme. “Mala suerte, mismo” me dije a mí mismo “tendremos que comer caminando” y a sólo 7 minutos, y quién sabe a cuántas cuadras de la estación, me compré un kebap nómade – ¡en los mismos kioskos de la ida! – que tuve que equilibrar entre el bamboleo de la mochila y el bolso, y el paso presuroso ante los 4 minutos antes que partiera el tren. Nunca me pude sentar, hasta que llegué justo al tren. Todavía me quedaba algún resto de kebap. (Tarea para la casa: averiguar qué es un kebap. También se escribe kebab).

II

Llegué a la hora planeada (aprox. 15:30) a la estación de la Archiabadía de Sankt Ottilien, sin tener muy claro qué me esperaba. Sankt Ottilien es un monasterio benedictino, ubicado a unos 30 kilómetros de München, donde nació hacia fines del siglo XIX la congregación de los Ottilianer: benedictinos misioneros. Por lo mismo, es Archi-abadía, ya que es la cabeza de todas las demás abadías de Ottilianer repartidas en Europa, Asia, África y Latinoamérica. Seguro que todos tenemos la idea de que los monasterios son una suerte de oasis donde se detiene el tiempo y nos transportamos a la Edad Media, con un montón de señores peladitos con hábito, leyendo con vela, rezando en latín y haciendo pan en horno de barro. Al menos yo tenía algo de esa idea, que se vio violentamente contrastada; lo único que sí es cierto de todo eso, es el hábito (o bien, el hábito de usar hábito). La Archiabadía es totalmente autosuficiente: produce todo lo que necesitan sus 120 (aprox.) monjes estables, ya sea en comida (pan, leche, frutas, verduras, cecinas, lácteos, carne, etc.) u otras cosas (hierro y madera para los edificios o las capillas, zapatería, sastrería para tener buenos hábitos, taller mecánico para los autos y tractores, etc.). Todo esto con la más reciente tecnología, por ejemplo ordeñan las vacas mecánicamente con un sistema computarizado que puede detectar qué vaca es, cuánto ha producido en toda su vida y si tiene alguna irregularidad que pueda ser indicio de alguna enfermedad. Nada de andar estrujando a mano a las pobres; tecnología de punta. Y así con todas las demás tareas, ya fueran de orden agrícola (agricola, -ae), o de orfebrería, madera, etc. Basta decir que los excedentes de la producción se venden en al detalle para los habitantes de la comarca, al por mayor para München u otras ciudades cercanas, y al máximo precio posible para los inocentes turistas como uno. Además de todo esto, la abadía tiene un colegio con internado que ofrece educación de primera, privada y barata – cosa muy rara acá en Alemania… y en todos lados –.

III

Al llegar me recibió Bruder Ambrosius, un novicio gordito y simpático, probablemente de mi edad, que para mi sorpresa, me atendió en un español bastante pulido. Me guió hasta mi pieza, no en el monasterio mismo, sino en la Exerzitienhaus, ubicada a pocos metros de la monumental iglesia y la entrada del monasterio. Ni esta Haus ni la pieza tenían nada de monástico, sin ser tampoco una pieza de hotel. En la casa teníamos acceso a Internet, teléfono, cafetería y hasta un pequeño bar self-service para las noches. Yo venía con la idea de que estos famosos Tage im Kloster (días en el monasterio) iban a ser algo así como un retiro espiritual, una instancia de oración, encuentro consigo mismo – a todo esto, ¿no es medio raro que haya gente que tenga que ir a otra parte a encontrarse? – profundización en la vida espiritual, iniciación en la espiritualidad benedictina, etc. sed videtur quod non (pero parece que no). El grupo éramos once personas, bastante heterogéneo. Como era de esperar, todos los demás eran alemanes, por lo que hablaban con modismos, con acentos, con palabras de dialecto y sin piedad alguna con mi no-tan-acostumbrado oído. Más encima, la gran mayoría de los monjes tenían un acento bávaro muy acentuado – valga la rebuznancia – lo que me tuvo un poco perdido los primeros días. Del grupo destacaba un “lolo palanca” de unos 50 años, portador de una experimentada ponchera, con cara de flojo, fresco y, más encima, protestante. Nunca entendí muy bien qué hacía ahí, qué pretendía o para dónde iba. También había un par de tipos en plan de “reconstrucción de vida”, con pinta de haberse dado la torta en sus primeros 30 años, pero para ser brutalmente sincero, tampoco les creí mucho sus conversiones… no parecian Agustines... en fin, Dios sabrá. Para qué decir lo exótico que resultaba esto de tener un chileno en el grupo. Había también un par de “lolitos místicos” de unos 20 años, que parece que iban derechito a comprarse un hábito. Uno de ellos partía hoy, desde Sankt Ottilien haciendo el Camino de Santiago, cruzando por Alemania, Suiza, Francia y España. Ah… y ¡a pie! Calculaba estar llegando como en Agosto. En todo caso, parece ser algo bastante común entre los jóvenes católicos alemanes, porque varios de los del grupo ya lo habían hecho. Claramente el gordo protestante no. Más encima, este ultimo “nuevo amigo” en algún minuto me dijo algo así como “Oye, y en Perú tienen tal cosa…?” (ni recuerdo de qué estábamos hablando) “No sé”, le contesté airado “pero en Chile, sí.” Como verán, me cayó salvaje.

IV

Teníamos un horario casi idéntico al de los monjes: partíamos con laudes a las 5 de la mañana, luego misa y desayuno. En la mañana teníamos nuestro “tour guiado” por la abadía y el monasterio, para luego el oficio de mediodía y almuerzo. En las tardes, teníamos nuestro rato de “trabajo” para luego rezar las vísperas y la vigila tipo 6, antes de comida. Después de comida había un pequeño rato de Rekreation, el único momento donde podíamos interactuar directamente con los monjes, y luego tras cantar las “completas” se decretaba silentium y a dormir. A las 8, cosa que no era obedecida por este grupo de foráneos, quienes se quedaban tomando en el barcito de la Exerzitienhaus. Como lo dicta claramente la regla de san Benito, las comidas todos juntos en el refectorium y en silentium mientras se lee algún libro, que no necesariamente tiene que ser algo espiritual. La excepción al silentium es el coloquium en el almuerzo del domingo, y los días que algún hermano cumple alguna “edad redonda” (50, 60, etc.) o bien cumple un aniversario redondo desde la profesión permanente de sus votos. Ahí sacan la cerveza y la cháchara no la para nadie.

Quien estaba a cargo de nosotros era un personaje entrañable: Pater Tassilo, monje y sacerdote, de unos 35 años, titulado en agronomía y teología, a cargo en parte de la formación de novicios y de la Ökonomie, es decir, de toda la parte agrícola de la abadía. Tenía una sonrisa permanente, una disposición absoluta y un alemán muy bávaro que me costaba mucho seguir. Él nos guiaba siempre en los cantos y oraciones, nos hacía los tours por el monasterio, nos presentó a todos los distintos oficios en la abadía – desde el portero hasta el abad en persona – y con él sacudíamos todas nuestras dudas sobre el monasterio. Nos contaba, por ejemplo, sobre la importancia del Concilio Vaticano II para la estructura monástica: antes, había una fuerte división vertical entre los Patres (sacerdotes) y Brüder (monjes), teniendo todos los oficios litúrgicos y las comidas separados; sólo los primeros podían tomar decisiones importantes para la abadía, y varias otras medidas, que fueron reformuladas. Hoy la estructura es mucho más horizontal y democrática: ¡Patres y Brüder se pueden sentar en la misma mesa y misa! Pero era notable que los monjes más viejos, preconciliares, mantenían sus costumbres “separatistas”, entonces en el refectorium se veían a lo lejos dos mesas, bien distantes, una sólo de Patres viejos y otra sólo de Brüder viejos, mientras que todas las demás estaban mezcladas.

V

Los que han tenido alguna vez contacto con monjes en Chile se habrán dado cuenta que ellos son algo así como “personas especiales”, es decir, que se ven como monjes, que hablan como monjes, que no podrían ser otra cosa que monjes (no quise ocupar la palabra “raros”). En St. Ottilien era totalmente lo contrario: dentro de todos lo monjes, habían muchos que perfectamente podrían haber sido papás o abuelos de amigos, compañeros de universidad, vendedores, gerentes, doctores o contadores. Y ninguno era pelado, o al menos pelado artificial. Además, dado que la congregación tiene abadías en todo el mundo, también tenía un saborcillo internacional: varios monjes africanos y muchos sacerdotes chinos que estaban haciendo un tiempo de perfeccionamiento allá. Algunos de ellos hablaban menos alemán que yo, lo que era tremendamente consolador. Es impresionante ver el sentido de comunidad de los monjes: en la iglesia, todos de hábito negro, uno al lado de otro, equiparados, para después, a la hora de trabajar, repartirse las pegas desde las más indignas hasta las más glamorosas. Así, era muy chocante ver a alguno de los monjes que cantaba en latín temprano en la mañana, arreando vacas, aserrando un tronco o con una jardinera regando las flores en el invernadero. De la solemnidad del gregoriano a lo sencillo de las distintas tareas, donde todos hacen un aporte significativo y todos necesitan de todos. Como alguien dijo por ahí: “es una sociedad comunista, que sí funciona porque todos creen, porque están unidos por la fe”.

A todo esto, ¿qué tipo de trabajo hicimos? En realidad, eso era un cacho para ellos más que para nosotros: ¿qué hacemos con estos tipos? Lógicamente no nos mandaron a ningún taller que requiriera de mano de obra más especializada (carpintería, orfebrería, mecánica) sino que nos dieron obra gruesa: acarrear los muebles viejos del colegio, guardados en un entretecho en el sexto piso, hasta el primero. Jajaja… no había ascensor, ¿querían trabajo los niños? Con eso nos entretuvieron un par de días, y el último fuimos con Pater Tassilo en tractor a unos campos de la abadía un poco más alejados, donde tuvimos la exigente tarea de recoger las ramas demasiado grandes que pudieran obstaculizar el paso del tractor o las otras máquinas. Fomísimo, pero fácil.


VI

El monasterio mismo es una suerte de laberinto enorme, que por momentos me recordaba mucho a “El nombre de la Rosa” (aunque mas luminoso). Todas las paredes blancas, con puertas negras, sin que hubiera algo así como una “zona de dormitorios” sino que estaban repartidos por todas partes. Impresionante era la cantidad de obras de arte que conservan ahí: cada esquina, cada pared, cada descanso de escalera tiene una escultura, una imagen de madera, un cuadro enorme. Siempre que caminábamos por dentro del monasterio, siguiendo raudos los pasos de Pater Tassilo, yo trataba de detenerme a mirar algunas de estas maravillas, cosa que no era posible, porque Tassilo – a estas alturas, ya lo tuteábamos – flameando su hábito negro, casi corría por los pasillos, de modo que no pudiéramos reconocer la estructura laberíntica del monasterio ni llegar por nuestros propios medios. En todo caso, como ya lo anoté, mi subdesarrollado sentido de la orientación, me mantuvo perdido todas y cada una de las veces que entramos. No vale la pena entrar a detallar cuánto marcó mi “extasiómetro” cuando recorrimos la biblioteca: es la colección privada más grande de todo el sur de Alemania, llegando a los 200.000 volúmenes. Dado que es un monasterio “nuevo” – fundado “recién” en 1882 – no tenían “muchos” manuscritos o libros antiguos, sino “sólo” algunas decenas anteriores a 1700 y uno que otro incunable por ahí (otra tarea: ¿Qué es un incunable?). “La Biblioteca de la Comunidad debe ser un espejo de los tiempos” dice la Regula Benedicti, por lo que los libros están ordenados, si bien separados por tema, sólo por el momento que llegan al monasterio. Y, una vez más desmitificando el medievalismo del monasterio, “refleja los tiempos actuales” con una sección de literatura contemporánea, donde encontramos cosas tan simpáticas como Harry Potter, libros de Ken Follett y Pérez Reverte, que a veces se leían durante el almuerzo, sin ningún tipo de control o censura. En fin, el paseo por los cuatro pisos de libros me obligó a tener que rehidratarme por todo lo babeado.

A propósito de libros, estos monjecitos tienen una editorial propia – EOS Verlag – que edita libros de teología, filosofía, historia y temas relacionados con la orden. Y dado que esta editorial fue el motivo por el cual yo supe de la existencia de este monasterio, obviamente no iba a quedar indemne de una visita bibliofílica por mi parte. Así, otra vez más me tuve que cambiar de babero al llegar a la editorial y ver las colecciones completas, de las cuales yo sólo conocía un par de volúmenes. Tras un buen rato mirando, hice mi selección y se los pedí al no-monje que tomaba los encargos al por mayor para las librerías y bibliotecas – ¡no era sala de venta! –. Más encima, sin pelos en la lengua alemana, le pedí un descuentito, que yo me estaba quedando en el monasterio, que venía de Chile, que qué bonita su corbata, que qué fantásticos son estos libros, etc. Finalmente, me llevé 5 libros por 50 euros; me imagino que si se encontrara alguno de estos en Santiago, costarían fácil 25.000 cada uno: o sea, todo un éxito.
VII

El ritmo de los oficios diarios, el trabajo, el canto y las comidas penetra y marca de inmediato. Las campanas de fondo, los salmos cantados y recitados, van haciendo un surco del tiempo que da alguna pista de cómo puede ser posible que haya gente que viva así: efectivamente, se ora y se labora. Se alcanza un ritmo de vida tan parejo, y a la vez tan renovador por el trabajo y la interacción con la comunidad, que la vida empieza a fluir de una manera muy especial. No es en ningún caso un trancarse en el pasado, o congelarse en el tiempo, sino una subordinación de la vida de trabajo a la oración, logrando una mayor concentración en la primera y un desarrollo especial de la segunda. Estando ya de vuelta en Heidelberg, va a ser raro mañana no tener que levantarme temprano a rezar. Sin duda que tenía su encanto salir de la Exerzitienhaus a las 5 de la mañana, antes del amanecer, con todo nevado, entrar a la iglesia en penumbras, tomar el libro y unirse en canto junto a esas otras cientoytantas voces – bueno, nos “uníamos” en lo que podíamos: el gregoriano es una cosa bien complicada y las plegarias y salmos tampoco son fácil de seguir –. En definitiva, todo esto fue una experiencia única, llena de sorpresas, matices y detalles, que intenté cubrir en este abultado informe. Me despedí de St. Ottilien con el deseo de alguna vez volver, para gozar de los paisajes, de su arte, de la históricamente reconocida hospitalidad benedictina (benediktinische Gastfreundschaft) y de ese lugar en algún punto del horizonte, entre el cielo y la tierra.


PS: algunas otras fotos..
Frontis de la Iglesia

Tassilus in tractore Vista de la Iglesia desde el altar; nosotros nos sentabamos en las primeras filas a la derecha (i.e. a mano izquierda de la foto)







Una exclusiva: video (clandestino y no autorizado) de los monjes entrando en processio para la misa del domingo.

sábado, 22 de marzo de 2008

Informe de la Karwoche y otros..

Si bien este primer mes ha sido un constante ir y venir de nuevas cosas, nuevas gentes y nuevas experiencias, no tengo claro si los que están por venir irán a ser algo más tranquilos o bien se mantendrá constante este flujo de novedades (in novitatibus invenit temptatio, decían algunos medievales). Sin perjuicio de lo anterior, cabe hacer un recuento de lo acaecido en esta última semana. Para facilidad de los lectores, comienzo a enumerar (en caso de aburrimiento crítico, sáltese directamente al próximo número romano):

I. Schwetzingen

A diferencia del curso que hice hacia el 2006 en Leipzig, el curso ofrecido por la Max Weber Haus no era pródigo en paseos culturales, salidas a museos, Exkursionen a otras ciudades o cosas por el estilo. Salvo una excepción: se ofreció, para los interesados, viajar a Schwetzingen, pequeño poblado a unos 20 minutos de Heidelberg. La gracia de este lugarcillo es que era la residencia de verano del Kufürsten (príncipe elector) que normalmente habitaba entre Mannheim y Heidelberg. El castillo en sí mismo no era nada del otro mundo – es ist nicht so schlossig, comentábamos por ahí – pero lo que sí era impresionante eran los jardines: varios kilómetros cuadrados de parques, construidos unos a la usanza francesa (geométricos y ordenados), otros a la inglesa (desorganizados y dejados al desarrollo natural). Todo esto lleno de estatuas y monumentos a las divinidades griegas, altares, pequeños templos y distintos lugares de juego para que jugaran…. los adultos! La guía nos fue contando algunas de las “cosas” en las que se “entretenían” los “adultos” en el siglo XVIII en este “pequeño” “jardín de juegos”, cosa bastante curiosa por lo demás. En las fotos se pueden hacer alguna idea del lugar.

II. Die Welle

Con Julia, la alemana paleta que se ha esforzado en hacerme una introducción a la cultura alemana contemporánea, esta vez fuimos al cine. Vimos Die Welle (La Ola) una película alemana actual, basada en un libro que se da a leer en los colegios a los lolos. Se trata de un profesor de – para nosotros – cuarto medio, que, mitad serio, mitad juego, empieza a construir un “sistema autocrático” con su curso. De a poco los alumnos comienzan a creerse el cuento y el tema empieza a escaparse de las manos de todo el mundo. Muy buena, ojalá que en algún minuto aparezca en Chile para que la vean. Una vez más, aparece el tema de las dictaduras y del “nunca más” alemán, tema del cual están impregnadas casi todas las manifestaciones sociales y culturales de por acá. La generación que actualmente tiene 40 años, los hijos de los que participaron en la II Guerra, ha recibido y al mismo tiempo, transmitido una tremenda sensación de culpabilidad y espanto consigo mismos. Y esto no es una cosa abstracta, sino que se ve claramente. Por ejemplo, aquí en Alemania no existe algo así como un orgullo nacional o valores patrios. Ningún alemán se siente orgulloso de ser alemán, porque desde chico le han ido inculcando temor a lo que pueden llegar a hacer los nacionalismos. Por lo mismo, fue un fenómeno muy interesante, según cuentan, cuando el año pasado Alemania fue sede del mundial y las generaciones más jóvenes – sobre todo los niños –, salieron con banderas y poleras a las calles. Fue algo inusitado para estos suelos, que gatilló largas discusiones entre los medios de comunicación.

III. Ende des Sprachkurses

Como todo en esta tierra, el curso intensivo de alemán tuvo que llegar a su fin. Fue muy interesante ver que en este caso, a diferencia del de Leipzig, no hubo las típicas muestras de “promiscuidad emocional” (según el lic. Domínguez), tales como fotos de todo el curso, despedidas, abrazos multitudinarios, cartas para la profe, etc. etc. Lo que sí hubo, y quizás gatilló un poco de “promiscuidad alimenticia”, fue un almuerzo buffet en la misma Max Weber Haus, después del último día de clases. En el mismo lugar donde solíamos tomar desayuno, nos sirvieron un tremendo buffet, que fue aprovechado hasta la última miga por los hambrientos universitarios y por todos nosotros también. Dicen las malas lenguas, que algún chileno se hizo un paquetito con distintas cosas y se las llevó en la mochila para proveerse. Pero yo no le creo a las malas lenguas… porque no lo hizo sólo el chileno, sino varias italianas, uno que otro turco y hasta la polaca top model (la rusia que se ve en la foto)

Pero esto no se acaba acá, puesto que la Max Weber Haus ofrece cursos de idioma durante el semestre, junto con otros cursos de extensión. Yo por ahora estoy pensando seriamente en tomar el curso de alemán – o quizás el curso para preparar el DSH, esto es, el test de alemán que me acredita como “germano-hablante” – y también me está tentando seductoramente un curso de literatura, sobre “teatro revolucionario alemán”. Todavía me queda un tiempo, ahí les contaré qué decidí y por qué.

IV. Karwoche

Por Karwoche no se entiende la “semana de los autos” sino más bien lo que nosotros llamamos “semana santa”. Hace varias semanas ya – o más bien, desde que llegué – que están casi todas las tiendas con cosas referentes a la semana santa, a saber: huevitos y conejos. El domingo pasado fue Palmensonntag – nuestro querido “domingo de ramos”- pero curiosamente en la misa que yo fui no hubo ninguna referencia al respecto, ni bendición de ramos, ni nada. De hecho, vi a muchos parroquianos que habían llegado con sus ramos pero que los guardaron discretamente dentro de sus abrigos al darse cuenta que el presbítero no hacía referencia alguna al respecto. Durante la semana no hubo actividades especiales, hasta el Gründonnerstag – “jueves santo”, que por algún motivo acá se llama “jueves verde” –, día en el que se llevó a cabo una misa de celebración de la última cena y luego una (no tan) breve instancia de reflexión y adoración del santísimo, en la cripta subterránea de la Jesuitenkirche. Me llamó mucho la atención que no sólo se hacían los cantos solemnes en alemán y en latín, sino también varios más de estilo “folk” – a lo misa chilena – e incluso algunas antífonas en italiano, inglés o francés… que todo el mundo las conocía y las seguía!! ESTOS ALEMANES ESTAN LOCOS!!

(Dato freak: conversando con Marianna, una amiga de Chipre, comparábamos cómo eran las tradiciones de semana santa de la Iglesia Ortodoxa y la Católica. Ahí me contó que la abstinencia no es sólo de carne, como nosotros, sino que también de aceite. “Una vez yo traté de hacer el ayuno entero, y con la carne, ningún problema… pero ¿el aceite? Es imposible... ¿qué se puede comer que no tenga aceite?” Al parecer el aceite de las islas mediterráneas es mejor que el nuestro…)

El viernes santo se hizo la Karfreitagliturgie, es decir los oficios (lectura de la pasión, adoración de la cruz, etc.) a las 3 de la tarde, como se acostumbra. Y para la tarde estaba programado Die andere Karfreitagliturgie (“la otra liturgia de viernes santo”) que anunciaba la presentación de JOMI, un mimo que habría de representar pantomímicamente la pasión. Sin mucho que perder, invité a una amiga italiana y fuimos a esto. Para ser sincero, fue bastante extraño, porque era una combinación –a mi juicio para nada armónica ni adecuada – entre liturgia y presentación artística: se intercalaban las plegarias y lecturas bíblicas, con las actuaciones del mimo – a todo esto, bastante buenas – cosa que me resultó tremendamente difícil de comprender. ¿Estamos rezando o estamos viendo una obra artística? ¿Tengo que persignarme o aplaudir? Más encima, la parte litúrgica de todo esto, era ecuménica, porque la llevaban un pastor evangélico y, al parecer, una sacerdotisa anglicana, quien leyó las partes de Jesús (!!). En resumen, fue una experiencia interesante y en parte enriquecedora, pero creo que la pensaré dos veces antes de algo similar, y tres o cuatro veces antes de invitar a alguien más que me acompañe.

Hoy es sábado santo, día por definición alitúrgico, que resulta ser una suerte de limbo entre la pena del viernes y la esperanza del domingo:


Este es el día sábado más vacío
éste es el día sábado de la nada
cuando Dios descansó de su existencia
cuando los hombres no piensan en nada
cuando la historia dijo hasta aquí llegamos
porque el cuerpo de Dios descansa en paz.
(J.M. Ibáñez, Libro de la Pasión, VIII, 14)


Lo que sin duda me tiene bastante ansioso – angespannt dirán por acá – es el viajecito que parto el próximo martes. A más de algun@ le comenté que me bajaron las ganas de recluirme en un monasterio benedictino en Baviera, entre Augsburg y München. Así que el martes comienzo a satisfacer esas ganas, ingresando como visitante al monasterio de Sankt Ottilien. Ni idea muy bien de qué se trata, ni qué me tocará hacer o cuál es el programa, etc. Sólo sé que me van a hacer trabajar para pagar mi estadía – el trabajo puede ser desde labrar la tierra, forjar hierros hasta cocinar o limpiar los dormitorios – y que probablemente me toque rezar mucho: ora et labora. Tendré cuidado de no ser demasiado entusiasta, porque ya veo que si me ven muy embalado, me dejan adentro! En fin, más detalles se los podré contar sólo a la vuelta, después del 30 de marzo.

Que tengan todos una muy feliz pascua de resurrección (¿por qué tenemos que ponerle apellido, si hay una sola pascua?) con sus familias y me acordaré de encomendarlos cuando el cuero ya no me dé más de tanto encierro con los amigos peladitos.

¡Pascua feliz para todos!
Un abrazo,
Cristián

PS: tuve un pequeño problemirijilla con las fotos... voy a intentar subirlas dentro de los próximos días. Acto de fe nomás... gracias por la comprensión.

PS2: Ahora sí están las fotos!!

Arranque de placer en
el Buffet de la Max-Weber-Haus

Más de Schwetzingen, con gente incluso...



Giorgia, italiana y filósofa.



Hervé, francés y químico.

Una exclusiva: Giorgia iba tranquilamente paseando por Schwetzingen cuando....



domingo, 16 de marzo de 2008

24 y una semana

Ha pasado algo más de una semana desde el último blog, por lo que me siento con la obligación moral de mandarles alguna cosita sobre los últimos días (¿¿me dará para estar todo el semestre escribiendo una vez a la semana??). Comienzo a enumerar:

I. Referat Esta extraña palabra es la que utilizan los alemanes para describir lo que nosotros, con toda naturalidad, llamaríamos “exposición”, “presentación” o en algunos otros estratos “clase pública”. Como parte del programa del curso de Oberstufe, cada uno debe hacer un Referat, sobre cualquier tema, para lo cual debíamos anotar alguna fecha al inicio del curso. Sin ningún motivo particular – ok, sin ningún motivo consciente – elegí el martes 12 de marzo. Para el tema, me cabecée bastante, hasta que al final me decidí por hacer algo parecido a lo que alguna vez hice en Leipzig hace un tanto más de dos años: exponer sobre Neruda. No soy fanático, ni especialista en Neruda – con suerte caigo en la categoría de lector – pero sí me parece que es un gran gancho para el resto, ya que es poesía de muy buen nivel y suficientemente conocido como para gatillar algo de atención en el respetable. Así, elegí presentar “Walking Around”, perteneciente a la segunda parte de “Residencia en la Tierra” publicado inicialmente en 1933 . Y me produje bastante: estuve metiéndome en la biblioteca del Romanisches Seminar (lo que para nosotros podría ser algo así como la Facultad de Lenguas Latinas), saqué algunas cosas sobre Neruda – el estudio de Amado Alonso es altamente recomendable para todos los interesados… sencillamente genial – y preparé una hoja con la poesía en español y en alemán. Además, les entregué al resto unos apuntes sobre el vocabulario en alemán, ya que aparecen palabras bastante raras como las equivalentes a “intestinos”, “entrañas”, “dentadura”, “pájaros de color de azufre” (schwefelfärbige Vögel!), etc. En general, estuvo bastante bien: nos pidieron, a mí y a los demás hispanohablantes del curso, que la leyéramos en español y luego la leímos todos en alemán. De ahí empezaron las preguntas sobre el vocabulario y sobre el sentido de algunas expresiones. Con el vuelito empezamos con las interpretaciones sobre la poesía. Tanto así que, cuando nos pilló el reloj implacable, la profe propuso que cada uno la leyera con más calma en la casa y que se discutiera al día siguiente. Y así fue. Y surgieron más interpretaciones, algunas muy creativas y sensatas. Destacaron las de Alkstis y Girogia, jurista griega y filósofa italiana, respectivamente.

II. Im Theater! Dentro de las actividades que marcaron esta semana está también mi primera visita, al menos acá en Heidelberg, al teatro. Hacía tiempo que veníamos comentando con Julia, la alemana que estuvo en Chile, que podríamos ir al teatro, así que elegimos una obra y partimos. Inicialmente, me dijo que fuéramos a ver Die Farm der Tiere, una adaptación dramática de “Animal Farm”, de Orwell lo que me pareció excelente. Según ella, la daban a las 10, y le comenté – todo esto por emilios – que me parecía curioso que fuese tan tarde para ser Alemania. Tras hacer las confirmaciones de rigor, la obra efectivamente era a las 10… de la mañana!! ¡¡ESTOS ALEMANES ESTAN LOCOS!! ¿¿Dónde se ha visto una obra de teatro un miércoles a las 10 am?? En vista de las circunstancias, no nos restó más que buscar otra obra, esta vez, a las 8, perdón, a las 20 horas. Yo ya había tenido unas pésimas experiencias teatrales en Leipzig, no había entendido nada más complejo que la iluminación o la ropa de los personajes – y con suerte – por lo que estaba bastante angespannt por ver cómo me iba esta vez. Bueno, no puedo decir que ahora entendí tooodo, pero sí bastante. La obra, basada en una película, se llamaba Die fetten Jahre sind vorbei (algo así como “los años gordos ya pasaron”) y se trataba de tres universitarios idealistas y revolucionarios, bastante pavos, que secuestraban a un empresario y se lo llevaban a una parcela a las afueras de Berlín. Lo interesante era precisamente la evolución de las relaciones entre los inocentones lolitos y el maduro, pragmático gerente – quien en su minuto también había sido revolucionario –. Lógicamente, estaba llena de “chistes internos” alemanes, relacionados con la actualidad, la historia, temas políticos o sociales. A la salida, junto a la obligatoria cerveza post teatro, con Julia estuvimos discutiendo sobre la obra y me estuvo explicando un poco más del contexto.

III. “Me parece que haber visto una linda biblioteca…”
Para nadie es un misterio que igual me gusta leer algo de tanto en tanto. Por lo mismo, algo de ganas tenía de conocer una que otra de las afamadas bibliotecas de esta Universidad. Así que, teniendo ya mis papeles en orden, me inscribí oficialmente como usuario de la biblioteca, recibí mi credencial y mi clave para los computadores. Sinceramente, creo que es imposible de describir la sensación que generan estas tremendas “ballenas de la sabiduría”. Quizás la clásica frase que se escucha con mucha frecuencia lo resume perfectamente: está todo. Cuál no fue mi espasmo intelectual cuando entré a la sección… qué sección, a la pieza dedicada a filosofía antigua y medieval. No sólo estaban las obras completas – realmente completas, no como en Chilito, que encontramos las “obras incompletas” – de Agustín, Alberto Magno, Tomás, Duns Scotus, Ockham y varios otros típicos, sino cosas mucho más “exóticas”, como la Opera Omnia de Juan Escoto Eriúgena, Mateo de Aquasparta, Enrique de Gante, Johannes Buridanis, por mencionar los que me suena haber visto a la rápida. Lo mismo con literatura secundaria y la sección de revistas y journals, que aún no he tenido el placer de conquistar. Parece que voy a tener entretención suficiente para todo el semestre… o la vida (para que vayan cachando, esa foto es de la sala de fil. antigua y medieval).

IV. Otros
Como le he comentado a más de alguno, estoy desarrollando varias áreas de mi cerebro que hasta ahora sólo habían sido un gasto inocuo de sangre y azúcar, especialmente las relacionadas con la preparación y confección de platos para el servicio privado y doméstico (=estoy aprendiendo a cocinar) y con la mantención, higiene y aseo de habitaciones destinadas a la mantención, higiene y aseo personal (=limpieza de baños). También estoy incursionando en el planchado. No sé si a la vuelta podré convalidarlas por algún ramo, pero tengo una vaga tincada de que pueden ser de alguna utilidad en el futuro.

Esta semana próxima se cumple un mes desde que llegué a Heidelberg. No sé muy bien si decir “¿recién un mes?”, o por el contrario“¿llevo ya un mes?”. Claramente no me siento recién llegado, pero sí me siento bastante novato en muchas cosas, absorbiendo como una esponja, todavía con kilos de cosas por aprender, momentos por vivir, lugares que descubrir, gentes por conocer y vidas por vivir. A varios, de acá y de allá, les he comentado que me siento en la “luna de miel” del intercambio, ya que todo es alegría, es increíble, es novedoso, es interesante, es nuevo, es distinto; pero también tengo conciencia que, ojalá más tarde que temprano, hay un momento que hasta lo más novedoso del mundo se vuelve cotidiano. Para ser sincero, no me asusta la cotidianidad misma – de eso se trata la vida, ¿cómo le podríamos temer? – sino el acostumbrarme, el perder la capacidad de asombro, el que sea natural todos los días caminar por calles de piedra, escuchando las campanadas bruñidas hace varios siglos ya, el no tener conciencia de dónde estoy parado y, en vez de estar agradecido, estar perdido en algún ajetreo que no valga la pena. Por ahora, claramente no es ése el caso, sino todo lo contrario: estoy como gato curioso, como cabro chico dando vueltas, preguntándolo todo, curioseando e investigando por todas partes. Ya veremos cuánto me dura y cómo se desenvuelve la cosa. Ustedes no se preocupen, que estarán al tanto.

Les mando un tremendo abrazo a todos, esperando que esta semana santa que comienza sea de provecho y que se anoten con un comentario, un mail, señales de humo o palomas mensajeras, de modo que yo pueda saber también algo de ustedes y cómo van todos en sus diversas ocupaciones y momentos vitales.

Cristián

sábado, 8 de marzo de 2008

Vierundzwanzig

Según los alemanes, yo cumplí esos años. Siempre he encontrado, por decir lo menos, curioso esto de que llevemos con tanto detalle la cuenta de cuántas vueltas ha estado dando la tierra desde que nacemos – translativamente, no rotativamente – y que sea motivo de alegrarse de que el planeta pase una vez más por el mismo lugar de su órbita donde se encontró cuando nacimos. Otros, a mi juicio aún más curiosos, tienden a pensar que no sólo la órbita terrestre, sino todo el resto del universo también tiene algo que ver con nosotros y que ese lugar no es accidental – como me inclino a pensar yo – sino que afecta profundamente nuestra personalidad, determina de alguna manera nuestra propia estructura y va marcando un camino sobre nuestro paso por acá. Me parece raro esto de pensar que en este mes, las maternidades están llenas de “bebés piscis” y que todos comparten los mismo rasgos de personalidad por el solo hecho de haber nacido en marzo. Bueno, probablemente pienso todas estas tonteras porque soy piscis.

Más allá de las reflexiones mulas, cabe comentar que ayer viernes cumplí 24, esto es, mi último cumpleaños antes del cuarto de siglo. Ante la insistente duda de si este tipo de eventos deben ser celebrados, meditados, lamentados, o bien, simplemente ignorados preferí dejarme llevar por la presión social del resto y considerarlo algo digno de manifestaciones festivas excepcionales y poco ortodoxas (¡poco romanas también!). En corto, se puede resumir en la cita: “Estai de cumpleaños el viernes?? Weeena, vamos a quedar todos raja de cura’os”. En un contexto similar, ha de mencionarse que las chiquillas italianas y chilenas – junto con un par de allegadas, española y polaca – hicieron para la ocasión una increíble lasaña, que fue comida apasionadamente, casi á la Garfield. Para mi sorpresa – no me habían dicho nada las muy coquetonas – también me tenían una tortita y unas pequeñas bolitas de cacao que habían estado preparando durante la tarde.


Como se documenta en el registro abajo inserto, el momento del anónimo e inmortal “cumpleaños feliz” fue digno de Babel: “¿en qué idioma cantamos?” Y dado que para decisiones salomónicas se inventó la tolerancia, fue cantado varias veces en distintos idiomas.


A la misma hora, en el Partyzimmer de la casa, Pato Velasco, chileno, soltero, estudiante de Sociología PUC, estaba haciendo una fiesta de despedida con sus amigos alemanes e internacionales que había conocido acá durante el semestre. Ni corto ni perezoso, cuando me invitó yo le conté que estaba de cumpleaños y si podía aprovechar de llevar a “un par de amigos más”. Aparte de todas las guapetonas que estaban comiendo conmigo, invité también a Lucas Vicuña, chileno, soltero, estudiante de doctorado en Neurobiología Molecular de la Uni Heidelberg, con quien no había tenido contacto desde que llegué a Heidelberg y a Julia Stoye, alemana, soltera, estudiante de Ciencia Política que estuvo en Chile de intercambio, quien aprovechó también de invitar a algunos amigos suyos. Es menester mencionar que en el departamento, post cenam, lo estábamos pasando mucho mejor que en el partyzimmer: más baile, más música, más diversión, más amigos (ya se lo quisiera cualquier producto de moda). Finalmente, tipo 12 decidimos ir a bailar a Ziglas, cosa que no convencía mucho a los alemanes que nos acompañaban. Cualquier espectador imparcial concordaría plenamente con que lo pasamos salvaje, caballo, estupendo. Y definitivamente a los alemanes – quizás las alemanas no tanto – necesitan más reggetón y menos prozac. Para que YO diga que son tiesos… imagínense.
Finalmente, estando toda la comitiva en diversos estados etílicos que no vale la pena detallar exhaustivamente, volvimos como a las 4, una hora brutalmente tarde para un carrete acá en Alemania.

En resumen y a modo de cierre, creo que fue uno de los cumpleaños que mejor lo he pasado, entrando a competir con la celebración de mis 10 en el Sport Francés con todos mis compañeros de colegio, o con todas las celebradas en El Campanil (1998 – 2004), donde la fuerza de gravedad tomaba un curso extremadamente curioso, ya que siempre, de manera necesaria, tras soplar las velas, me caía irremediablemente a la piscina. A propósito de fuerza de gravedad, tengo que compartir una inusual cosa que me ha llamado la atención acá: he visto muchos niños, por las calles, los patios, colegios, etc. Eso no tiene nada raro – bueno, para ser Europa posmoderna, un poco raro en realidad – pero lo que sí es raro es que he visto muchos niños cayéndose: sacándose la cresta. Sin ir más lejos, en lo que va de hoy – son las 4 de la tarde – he visto tres niños, caminando con sus papás por Plöck, cuando de repente el cabro, solteros todos, en promedio 3 o 4 años, se van de bruces al suelo. Y lo que resulta aún más extraño, es que los papás se quedan mirando, esperando que se levante para seguir caminando, sin alterarse un pelo. ¿Por qué los niños se caen más acá? ¿Tendrá que ver con el carácter alemán que los papás no hagan nada? ¿Será alguna manifestación extraña del estoicismo germano que todavía corre por estos pueblos? Quizás. Llama la atención también, que los niños se levantan, sin llorar, sin reclamar y van prontos donde el papá/mamá con quien iban. Tal vez de eso se trata ser alemán: levantarse sin llorar, aunque nos hayamos sacado la cresta y nadie nos preste una palabra de aliento.

Mucho éxito a los que estén comenzando un nuevo año escolar – mi semestre parte en abril!! Leru leru!! – y un abrazo especial a todas las mujeres leyendo, en su día internacional de la mujer. Ese motivo gaudii laetitiatisque me impulsó a hacerle una pequeña atención a mis tres convivientes para el desayuno (flores inclusive). Supongo que también a modo de agradecimiento por la comida y el buen rato de ayer. Bien pueden tener en cuenta que también es un gesto de mi parte a todas las mujeres, estén en Heidelberg, Santiago o Guanajuato. Alles gute zum Frauentag!!

Muchas gracias a todos los que escribieron, mandaron postales o manifestaron de alguna manera que se acordaron que estuve de cumpleaños! Fue muy emocionante leerlos y saber de ustedes desde acá. Seguiré esperando sus comentarios, correos, envíos postales de pisco, quesillo o manjar.

Un abrazo,
Cristián


(Incluyo algunas otras fotos de anoche..)


Los que gozamos de la lasaña: Cony (chilena, derecho), Jeremías (chileno, derecho), Maria Lucia (italiana/alemana, idiomas y psicología), Lisa (italiana, idiomas), Zeltia (española, idiomas) y Carla (chilena, psicología).

El celebrado instruyendo a los celebrantes. En primer plano, las primicias preparadas para la ocasión.


La Cony y el celebrado mirando a la cámara del lado.



Natalia, la "tímida" polaca, quien en vez de trabajar como doble de Paris Hilton, se dedica a aprender español y alemán. Hoy por hoy, tiene un excelente alemañol.


miércoles, 5 de marzo de 2008

Dos semanas y aliquid..

Siendo miércoles 5 ya puedo contar dos semanas completas desde que llegué a esta ciudad. Dos semanas que no han estado exentas de distintas experiencias, que he estado procurando acumular para exprimirlas – al menos las últimas – en esta entrega. Partamos por orden:

I. Curso de alemán (vorbereitender Sprachkurs). Si la última vez les contaba que había quedado en el curso superior de alemán en la Max-Weber-Haus, hoy ya contar un poco del curso mismo. (A todo esto, la Max-Weber-Haus es efectivamente la Haus donde vivió Max Weber, y que tuvo la importancia de ser un núcleo intelectual de Heidelberg desde mediados del siglo XIX en adelante. Hoy, sus visitantes apenas logramos hablar alemán…).

De partida, el grupo del curso es sumamente heterogéneo en cuanto a nacionalidades – aunque tiradito a lo europeo-occidental – y muy homogéneo en relación al nivel de alemán, lo que es muy bueno. Así, por ejemplo, he podido conocer a Hervè, un francés de Alsacia, estudiante de química que quiere ser profesor de colegios bilingües; un tipo entrañable, siempre sonriente y bien dispuesto, tranquilo y sosegado, con aires inocentes. Me da la impresión que si el Principito hubiese crecido, sería parecido a él. Por otra parte, también está Giovanni, italiano, estudiante de diplomacia con quien he almorzado un par de veces, que pasa más por gringo que por europeo: medio altanero, hablando con mucha soltura, pero muchos garabatos y frecuentemente criticando a la profesora del curso, los ejercicios o la cantidad de trabajo. También he estado bastante con Paulina, polaca, y Alkistis, griega, quienes andan siempre juntas. La primera podría ser modelo, pero es estudiante de economía; la segunda calzaría perfecto en lo que nosotros llamaríamos una “pernita”, estudia derecho y le interesaría especializarse en derecho civil y de familia. Muy delicadita y "amorosita", como podría decir alguna tía. Ambas también tienen un muy bien alemán, y, como buenas señoritas, hablan muy correctamente, sobre todo Alkistis. No quiero seguir pasando lista, pero también destacan Giorgia, filósofa italiana; Marianna, chipriota, futura estudiante de medicina. Un par de cosas sobre el curso mismo: el nivel es claramente difícil y, al menos para mí, desafiante. Estamos estudiando cosas bastante complejas de gramática (construcción de Passivsätze, Modalverben con sus diferentes matices, significado subjetivo y objetivo, todo esto mezclado con Konjuntiv I y II, etc.). Además, tenemos mucha comprensión de lectura y auditiva, lo que complejiza todo, pero al mismo tiempo lo hace mucho más entretenido. En otro sentido, quería también comentar que, de alguna u otra manera, el curso ha estado girando en torno a la multiculturalidad y la convivencia. Llevamos ya varias clases intercambiando impresiones respecto de Alemania en comparación a nuestros países, a las diferencias interculturales y a la dificultad de encontrar criterios o valores universales, transversales a todas las culturas que nos puedan guiar en el encuentro intercultural. La tesis que ha primado – a partir de una exposición sobre Rorty que hizo Giorgia – es que sólo podemos fundar una ética de sentir el dolor del otro, puesto que es el único punto en el que somos todos universalmente idénticos. No quiero desarrollar acá mi rechazo a una postura de ese tipo, que se convierte en un emotivismo barato y una suerte de hedonismo invertido, y por tanto, bastante relativista al mismo tiempo. Ya me tocará hacer una exposición a mi la próxima semana, y estoy dándole vueltas a ver cómo puedo dejar en pie la tesis opuesta – valores universales! – tratar de balancear un poco la cosa. (¡perdón para los no filósofos!)

La Max-Weber-Haus podría perfectamente ser el escenario de un comercial de Benneton: en la hora del desayuno – generosa gentileza de los organizadores – nos encontramos todo tipo de razas y gentes en el subterráneo. Sin perjuicio de lo anterior, hay una natural tendencia a formar grupos homogéneos: casi todos los italianos se juntan entre ellos, los americanos/ingleses/australianos, los turcos, los asiáticos, etc. Los chilenos, al ser tan pocos – tres – no alcanzamos a formar un grupo, así que nos distribuimos por ahí. Llama la atención la poca concurrencia de latinos por acá: nosotros somos mayoría, hay un colombiano por ahí, creo que un peruano, una cubana regia por allá (´tupenda, cabaia!!) y no mucho más que eso. Argentina, México, Venezuela… brillan por su ausencia.



II. Europahaus. Si alguien se quiere venir de intercambio a Heidelberg, no sólo le insistiría hasta el hastío que lo hiciera de todas maneras, sino que también que pusiera todos los medios posibles para que sea asignado a alguna de las Europahäuser. La mía es la II, donde vivimos alrededor de 100 estudiantes. La gran mayoría de mis compañeros viven en Neuheimer Feld, esto es, al lado norte del río, lleno de edificios cuadráticos y cúbicos, como si fuera una ciudad y un siglo distinto al de la Altstadt, donde vivmos nosotros. Por lo demás, todos los edificios – al menos el área humanista – quedan por acá, al igual que la Max-Weber-Haus, lo que implica que nuestros pobres amigos que viven en Neuheimer Feld tienen que gastar su tiempo y sus euros en trasladarse, mientras que nosotros caminamos por las calles de piedra de la Altstadt, cruzamos el Neckar por el Altebrücke y llegamos a clases. Chúpate esa.

Mi amigazo Pato Domínguez se estuvo quedando algunos días conmigo, tras haber hecho el ya mítico Winterkurs del DAAD en Freiburg. Tras su partida, hace ya una semana, llegó a nuestro departamento Jeremías, el pololo de la Cony, quien además está aprovechando de terminar su tesis en derecho comercial internacional en el Max-Planck-Institut de por acá. (Si, parece que acá en Alemania casi todo tiene nombre de personas…) Aunque no habla alemán, se ha integrado bastante bien con todos nosotros, incluyendo las italianas. En definitiva, lo seguimos pasando Schwein, como podrán ver en este video, tomado en nuestra también ya mítica “Comida Chilena” (chilenisches Abendessen) con empanadas, pisco sour y Quincheros inclusive. Después llegó el reggetón y no volvió a ser lo mismo.



La vida nocturna todavía no ha sido exhaustivamente explorada, al menos por mi parte. Más de alguna vez, claro está, hemos salido a tomarnos alguna cerveza, o bien, ir los martes al Vespabar, tiempo y espacio donde se suelen reunir los estudiantes de intercambio, o como son llamados acá, los Erasmus-Studenten (Erasmus es el programa europeo de intercambio, con el cual todos los españoles et al. vienen a destrozarse el hígado). Cada vez que nos preguntan, tenemos que entrar a explicar que nosotros no somos de Erasmus, pero que venimos a lo mismo, así que en realidad sí somos partes de los Erasmus pero no somos Erasmus, siendo que, en la práctica, sí participamos en estas cosas tal como si fuésemos de Erasmus, aunque no estemos inscritos en los registros oficiales de Erasmus, que son sólo para los que sí son Erasmus. En concreto, mejor decir que si somos Erasmus y se acabó el cuento (y qué culpa tiene el de Rotterdam!!)


Demás está decir que estoy aprendiendo en cantidades industriales: llevo como 1,8 containers de vocabulario, frases y expresiones alemanas. Por ejemplo, ayer, en el contexto de un seminario de cine que hay en las tardes en la Max-Weber-Haus, aprendí el verbo separable hochkommen, que significa subir, pasar o entrar a un departamento. Así por ejemplo, si veo a un amigo por la ventana de mi pieza y le quiero decir que suba, sólo basta que diga “Komm hoch!”. El alemán es un idioma muy preciso.

Bueno, por ahora no tengo mucho más que seguirles contando. Sigo expectante de sus correos, en la medida que me sea posible leerlos y contestarlos – la burocracia todavía no me permite tener acceso a Internet en la universidad, así que este Cybercafe es mi gran amigui y el aporte que más aprecio de la colonia turca en Heidelberg –. Para la próxima entrega probablemente cuente algo sobre la exposición que tengo que hacer el próximo martes – ¡¡se aceptan sugerencias de tema!! – y sobre mi cumpleaños (las chiquillas parece que querían hacer una comida o algo en la casa: yo feliz.. si alguien quiere venir, me avisa!), que vendría siendo el viernes 7, el mismo día del tránsito al Cielo de Tomás de Aquino y de las condenas de Étienne Tempier a las 219 tesis averroístas. .

Les sigo mandando un abrazo muy grande a todos – pero un abrazo distinto, no es el mismo que mando siempre todas las veces – y escríbanme de vuelta, sobre todo los que vengan llegando de sus vacaciones, para contarme de sus bronceadas, asados, llenadas de arena, estadías en el lago Reñupamancohuellileo y demases.

Herzlichen Grüssen,
Cristián
PS: Los dejo con algunas otras fotos.



Maria.. la chiave!!



El famoso castillo

La Max-Weber-Haus junto al río

La casa de Hegel en Heidelberg (población callampa?)
Plöck, la callecita donde me tocó llegar.
La casa del ser!!! Dentre sin golpear...